1. El actual Dalai Lama es un dictador religioso
En 1642 el V Dalai Lama asumió la autoridad temporal y espiritual sobre el Tíbet, convirtiéndose en un auto-proclamado Rey-Dios, gobernante absoluto que emitiría decretos no sólo sobre los asuntos mundanos, sino también sobre los espirituales. Un dictador político puede destruir tu cuerpo pero no tu fe, pero un dictador religioso tiene el poder de hacer ambas cosas.
En 1996, el actual Dalai Lama, el XIV, prohibió la práctica de Doryhe Shugden. Doryhe Shugden es considerado un ser iluminado por unos 4 o 5 millones de budistas, sobre todo en Tíbet, entre los tibetanos exiliados, y en Mongolia, India y Nepal.
La razón de esta prohibición, como se explica en otra sección, ha sido puramente política, y en beneficio personal del propio Dalai Lama. Envuelto en un velo espiritual de retórica, el Dalai Lama utiliza la fe ciega que la gente ha depositado en él, para forjarse ganancias políticas y aumentar su poder secular. Esto está causando un enorme sufrimiento, físico y mental, a millones de personas, y ha creado un cisma dentro y fuera de la sociedad tibetana, así como entre los monasterios (con estallidos de violencia y expulsiones forzosas incluidas) y entre las mismas familias. Todo ello, entre personas que antes convivían en absoluta paz y armonía.
2. Es el dictador con más tiempo en el poder…
Los dictadores vienen y van. Pero el Dalai Lama lleva gobernando desde 1950. Ningún otro ha estado tanto tiempo en el poder ¡ni siquiera Fidel Castro!
3… Y la mayoría ni siquiera sabe que el Dalai es un dictador
un humilde y simple se esconde un político que utiliza su posición espiritual para obtener beneficios mundanos. A veces las revistas se refieren a él como “el Dios” ¡como si esto fuera bueno!
Sabemos muy bien, a través de nuestra propia historia occidental, las terribles consecuencias de unificar los poderes de la Iglesia y el Estado (¿recordamos la Inquisición?) El Dalai Lama es la encarnación misma de la unión entre la Iglesia y el Estado. La historia tibetana, lejos de ser un reino utópico, un Shangrilá, está plagada de las dolorosas consecuencias de la creación de un estado religioso.
Con la prohibición de las práctica de Doryhe Shugden y la persecución a los practicantes de esta deidad, el Dalai Lama sigue demostrando que es un dictador religioso.